Historia de Haras Cañada de la Cruz
El campo perteneció a una antigua familia de la zona, los Sosa. Ellos fueron de los primeros criollos que habitaron el partido de Cañada de la Cruz, como se llamaba originariamente el lugar, hoy conocido como Exaltación de la Cruz.
Haras Cañada de la Cruz comienza como tal en 1950, fundado por un reconocido y prestigioso médico de Capilla del Señor que se dedicaba a la cría de caballos pura sangre de carrera (que competían en los más importantes hipódromos del país) y a la cría y adiestramiento de palomas mensajeras (actividad que fue relevante en la zona del norte de la provincia de Buenos Aires y que se heredó de la tradición europea -de colombófilos belgas- de la época en que la mensajería dependía de un animal con gran sentido de la orientación y que fuera capaz de recorrer grandes distancias. Luego esto se transformó en un deporte, la carrera de palomas). La paloma mensajera es un símbolo de la paz.
Más adelante, los hijos comenzarían con la cría de caballos para el juego del pato (deporte nacional argentino) y luego para el juego de polo. Pasado un tiempo, finalmente se agrega la cría de caballos de la raza inglesa ‘Hackney’, destinados al tiro de carruajes.
Dentro de un viejo galpón donde se guardaban herramientas de campo y donde se atendían los partos de las yeguas madres y las crías, se armó un espacio donde conviven una cochera de carruajes, un boliche de campo y una matera. Allí es donde dialogan varios carruajes de estancia con el viejo mostrador y una gran estantería antigua donde se exhiben la registradora, las balanzas, una famosa caramelera y una antigua colección de botellas de bebidas tradicionales de la época. Hay mesas y sillas típicas de los boliches de campo y un inmenso fogón de estancia rodeado por sillitas y banquitos de cuero trenzado y madera donde se puede matear y fumar cigarros clásicos del campo alrededor del fuego. También están los retretes o excusados –como se los llamaba antiguamente–, y que son exclusivos baños ambientados para el lugar con sus recipientes de loza y porcelana.
La Pulpería no solo era el almacén de ramos generales del pueblo, sino que era también el lugar de reunión y entretenimiento de la gente de campo y los forasteros que andaban por la zona.
En las caballerizas que se encuentran próximas a La Pulpería, encontramos un atelier, donde el arte se hace notar en cada rincón del espacio.